La pala de la máquina retroexcavadora se hundió en el piso. Removía y quitaba tierra como todos los días, como ocurre habitualmente en una obra de construcción. El lugar es la Torre Ejecutiva, el centro de operaciones de Presidencia de la República, frente a plaza Independencia.
Un día de trabajo en mayo de 2014 la pala de la retroexcavadora no sacó a la superficie tierra marrón como solía hacerlo, sino que expuso ante la luz del día una inmensa estructura de ladrillo. De esa forma abrupta e inesperada, un día como cualquier otro en una obra, ocurrió un hallazgo arqueológico histórico y único en el país: debajo de la Torre Ejecutiva yacía una gigantesca fuente de agua construida en el siglo XVIII, previo a la construcción de la Ciudadela (1742).
La fuente de basamento cristalino (un pozo con unas dimensiones de nueve metros de largo por cuatro de ancho aproximadamente) tuvo por objetivo ser lugar de captación y reservorio de agua de la Barraca de los Manantiales en momentos en que la falta de agua era uno de los principales problemas para los pobladores de la zona. Los primeros habitantes de Montevideo encontraron agua dulce en este lugar, ubicado aproximadamente en la actual calle Florida, de acuerdo a lo que se señala en el artículo Venas de Agua, publicado en la revista Patrimonio de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación.
“A diferencia de Buenos Aires, cuyos pobladores recurrían al Río de la Plata para abastecerse de agua para beber, en Montevideo la salinidad del río impedía su consumo. Desde la colonia hasta la introducción del agua corriente en 1871, el agua que abastecía a la población montevideana provenía inicialmente de manantiales y pozos que captaban agua subterránea, complementándose posteriormente con aljibes que recolectaban agua de lluvia”, advierten las arqueólogas Virginia Matta, Yohana Aurrabarrena y Alejandra Otatti en la misma publicación.
Precisamente el que esta fuente se construyera previamente al levantamiento de la fortificación de Montevideo es una de las singularidades del descubrimiento. Una vez levantada la muralla, era preciso preservar la fuente de agua: como los enemigos de los españoles podían envenenarla, se edificó sobre ella una bóveda de ladrillo.
El descubrimiento arqueológico se dio en el marco de la construcción de un edificio anexo a Torre Ejecutiva, donde está previsto instalar nuevas oficinas. De acuerdo a lo relatado a El Observador por la directora del Departamento de Arqueología de la Comisión de Patrimonio, Elianne Martínez, fueron funcionarios de Presidencia de la República quienes advirtieron a Patrimonio que la retroexcavadora estaba removiendo en la tierra algo fuera de lo común.
“Frente al hallazgo, la comisión habló con la empresa a cargo de la obra (Stiler) y fue la empresa, en coordinación con Presidencia y la Corporación Nacional para el Desarrollo, la que contrató un equipo de arqueólogos para realizar el estudio de impacto arqueológico que permitiera determinar qué había”, señaló Martínez. A su vez, la Comisión de Patrimonio trajo de Buenos Aires al arquitecto Carlos Moreno, especialista en temas coloniales, para que realizara una evaluación del descubrimiento.
La obra estuvo detenida por dos meses hasta que se definió el camino a seguir. La idea, según explicó a El Observador el director de la Comisión de Patrimonio, Nelson Inda, es que la obra continúe adelante en función del hallazgo. Los trabajos arqueológicos sobre la fuente y la bóveda terminaron, y se resolvió cubrirla para protegerla y que no se vea afectada por la obra en construcción. “Cómo se va a armar para que la pueda ver el público, es algo que se está estudiando”, señaló Inda.
En Uruguay rige la ley 14.040, que habilita la intervención de técnicos del Departamento de Arqueología de la Comisión de Patrimonio en casos de hallazgos arqueológicos durante el transcurso de obras. Pero no siempre se llevan adelante los estudios de impacto arqueológico debidos. “La Ciudad Vieja no tiene protección, está a la intemperie”, dijo a El Observador el antropólogo José López Mazz. “Cuando se realizó la reforma del Teatro Solís, no se hicieron los estudios de impacto que se debía y se rompieron muchísimas cosas, se hicieron destrozos”.
De acuerdo a lo descrito por las arqueólogas Virginia Matta, Yohana Aurrabarrena y Alejandra Otatti, del Departamento de Arqueología de la Comisión de Patrimonio, en el artículo Venas de Agua, “en 1867, el gobierno nacional decidió realizar un llamado a proyectos para dotar de un servicio de agua permanente a Montevideo. Resultó ganadora la propuesta de E. Fynn, que planteaba traer el agua en estado natural desde el río Santa Lucía, desde una toma ubicada a 56 kilómetros de la ciudad. Para llevar adelante el proyecto se asoció con capitales argentinos, conformando la empresa Compañía de Aguas Corrientes de Montevideo Limitada. El servicio fue inaugurado el 18 de julio de 1871 y comenzó a funcionar la fuente en Plaza Matriz”.