Las postergaciones comunitarias suelen agrietar el ánimo, de disponerse hacia el futuro en pos de la superación colectiva. La expectativa que se va construyendo, tiende a buscar logros en lo inmediato. Y cuando las asechanzas de la realidad muestran lo contrario el descreimiento lo inunda todo.
Esas sensaciones rondaron el municipio de Mataojo durante el último tiempo, el más oriental de los seis que se posicionan en la geografía; del centro de los recursos.
El actual equipo de gobernanza de Salto acaba de aniquilar esa dejadez de espíritu, poniendo en pie la construcción de un edificio cuyo destino es el funcionamiento de una sala donde velar a las personas que emprenden ese último viaje.
Era pues, un anhelo de los pobladores de Pueblo Fernández, de larga data. La sensibilidad profunda con respeto debido que suelta la mano a quienes dejan de estar con nosotros, para estar en nosotros; necesitaba de un espacio de interioridad.
Es esa paz que finalmente ha cobijado a la capital del municipio.
La difusión pública ha sido más que profusa, últimamente. Surgieron mil conjeturas en derredor a ésta concreción. El agradecimiento es para ese enorme trabajo en equipo de los funcionarios del departamento de Obras de la Intendencia salteña que se trasladaron 190 kilómetros para hacer que exista eso que se dijo que estaba y nadie pudo encontrar.
El aporte de maquinaria, desde la capital departamental, ha sido trascendente para avanzar en el objetivo y el Municipio proporcionó materiales para cooperar. Vale reconocerlo claro está, para saberlo y compartir. Hoy, ahora.
La sala existe, ya no es cuento ficticio estampado con pluma en aquella rendición de cuentas de quienes antes administraban y no explicaron por qué no se hizo; cuando se dijo que se había hecho.
Basta con recorrer la campaña para comprobar y constatar qué cosas están en su lugar y qué tanto no lo está.
Pero también hay dineros que llegaron desde la administración central, para construir lo que nunca se construyó y que seguramente la investigación en ámbitos judiciales en curso dilucidará. Confiamos en que así será.
El no hacer no es malo, si se deja en claro que por distintas circunstancias no se puede. Es ese, quizá, el mayor mérito de la actual administración de Salto: actuar con honestidad y hacer todo aquello que antes fue comprometido.
Decir que no tampoco es malo, si se le explica a la población claramente y con razones de fondo. No hay que temer si la verdad auxilia.
La credibilidad se practica y en ese ida y vuelta con la comunidad, se comparte. No hay otra manera para actuar que aquella que busca la forma debida y el proceder correcto. Ser constante en ello y no claudicar; es no defraudar.
Esta administración lo ha entendido así y se esfuerza dando pasos hacia adelante. Busca hacer partícipe a la ciudadanía de su plan de trabajo, le dice que tiene en manos y pide opinión.
En definitiva, involucrarse en el cambio para ir a más es edificar lo más próximo por llegar. Estar en la consideración de quienes gobiernan Salto hoy, es sentirse importante. En eso anda la población salteña, existiendo un poco más.